bellas piscinas de hielo
notas sobre viajes oníricos, una gran peli, favoritos de agosto y metas para la rentrée
lunes, 2 de septiembre. 23.34 horas. 24 °C en el pueblo.
Ayer me eché una siesta autorreguladora. Lo sé porque al despertar tenía las mejillas mojadas y frescas de llorar dentro y fuera del trance, como mi perro cuando mueve las patas mientras sueña que corre. Unos minutos antes me encontraba atrapada en una piscina de agua estancada. Tres cuartos del cuerpo sumergidos en un líquido denso y verdoso que olía tanto y tan mal que dolía, dolía mucho, como un trauma enquistado. Cuando abrí los ojos era el ecuador de la tarde y en el salón no olía a podrido, sino a lluvia. Al lado del sillón la ventana estaba entreabierta. Yo, a salvo de mis pesadillas.
Todavía traspuesta por el susto noté una lagrimilla caer por mi ojo izquierdo. Qué alivio. Despertarse llorando es extraño y reparador. Lo agradezco porque lo vivo como un acto depurativo, aunque me parezca un poco ridículo. Me hace gracia percibirme desde fuera como a mi perro cuando da botes dormido. Quizás en ese rato mi madre se cruzó conmigo y me vio lloriqueando, quién sabe en qué postura vulnerable, y yo sin darme cuenta, intentando no palmarla a lo Charlie Pace en mi propio viaje onírico. Me fascina e incomoda a partes iguales todo ese control que nos arrebatan los sueños1.
Cogí el móvil y leí twitter, donde encontré toda la diversión que podía esperar el primer domingo de septiembre: ninguna. Algunos hablaban del final de las vacaciones, la vuelta al curro, la última parada de un trayecto que otros despedimos con los dientes apretados por el ansia. La verdad es que no soy una gran admiradora del verano porque, como escribió Carmen S2 en Sustrato, esa época del año es “para los niños, los profesores, los ricos o la gente con muchos amigos”. “Los tensos e inestables crónicos consideramos el estado natural de la vida el otoño o la primavera — esos abismos límite donde todo está a punto de desbordarse — y vemos el invierno y (sobre todo) el verano como un trámite, el desierto que hemos de atravesar para regresar a nuestro terreno”. Sí.
Hace un rato le contaba a P que septiembre me encanta porque es un trampolín a nuestro mapa de deseos. Ningún propósito se asienta en nuestra cabeza con tanta fuerza como en este mes, cuando casi todo nos parece posible. Para los inquietos, los estudiosos y los propensos a meternos en líos, estas semanas son una corriente de oportunidades tangibles. De alguna manera es agradable pensar que en algún momento el frío se instalará con la rutina y que de sus huecos florecerán historias frescas, vínculos y otro puñado de éxitos y arrepentimientos. Ahora, mientras todo se activa, empieza una nueva temporada de nuestras vidas.
Este año mi agosto ha durado unos 156 días gracias (no) al calor, Madrid, el aburrimiento y la falta, así que tenía ganas de darle portazo. Se ha sentido como el trayecto que Ned Merrill emprende de vuelta a casa en El nadador (Frank Perry y Sydney Pollack, 1968). En la película, Burt Lancaster encarna a un ricachón fantasioso e infantil que decide regresar a su mansión bañándose en todas las piscinas del condado donde vive. Pero, para su sorpresa, lo que empieza siendo un viaje luminoso termina dejándole molido. En Piscinosofía3, la periodista Anabel Vázquez define esta historia como “un cuento de terror a pleno sol”4 . Evidentemente, no me aplico esta definición en un sentido estricto, menos mal. Pero es cierto que este ha sido, digamos, Mi Verano De Las Piscinas, esos entornos que no pisaba desde hacía mucho tiempo y en los que he pasado por casi todos los estados de ánimo posibles. Despido un verano de expectativas frustradas y, por supuesto, de anécdotas divertidísimas, calurosas y reveladoras; imágenes de genuina verdad que ahora existen en mí y en la memoria de las piscinas. Piscinas que ahora quedan vacías. Bellas piscinas de hielo.
martes, 3 de septiembre. 19.42 horas. 25 °C en el pueblo. notas del móvil.
siete favoritos de agosto:
mi incursión en el cine de terror: en busca de nuevos estímulos fui a ver longlegs sola al cine. me encantó. llevo unas cuantas pelis del género. supongo que me he hecho… mayor.
leí la conejera, novelón de tess gunty, y desde entonces pienso todos los días en él, os lo prometo. obsesión total, total.
el concierto de LCD Soundsystem. pocas cosas me gustan tanto como ver a mis amigos emocionados.
el primer día de playa del verano junto a papá y mamá. terminé perras de reserva y no me quemé.
el combo piscina, cena, helado y adventureland con D. Ese día dejé de ser un moco y me transformé en un cisne.
releer algunas páginas de sin título, el libro de I, uno de esos que guardo en la mesita de noche. es sinestésico. sus relatos son inquietantes y de color granate y marrón. es para vosotras si os gustan: carcoma, de layla martínez; y la pianista, de michael haneke.5
reunión jjba después de un año, aunque nuestros comités de crisis nunca caducan.
siete propósitos para septiembre:
comprarme la air fryer de una vez por todas. empieza mi tuppers sorprendentes era.
dormir, como mínimo, siete horas. a ver cómo afecta esto a mi cerebro.
no tuitear sandeces.
salir de nuevo a correr.
defender mejor mi dignidad: no agradecer tanto lo obvio ni abusar de la disculpa.
revisar mi relación con 1. la renuncia. 2. el deseo.
mirar al cruzar.
muchas gracias por llegar hasta aquí,
os deseo el mejor inicio de curso posible <3
Ana
Este verano The New York Times publicó un test sobre sueños con información interesante. Me hizo gracia mi resultado: soy una “dream machine”. Aquí está, por si lo queréis hacer: https://www.nytimes.com/interactive/2024/07/31/well/mind/dream-scenarios-theories-quiz.html
En twitter, @ccvrmen.
Piscinosofía. Tratado acuático y desordenado sobre piscinas reales e imaginadas (Libros del K.O, 2023).
La película está basada en un relato de John Cheever publicado en The New Yorker en julio de 1964. Los creadores de Mad Men se inspiraron en ella.
Os hablo de Sin titulo, de Iuliana S. Apostu (Editorial Dieciséis, 2024).
Enganchado desde ya.
estoy 💓💓💓💓 adoro adoro adoro, amiga, cómo cuentas