
Estimada B,
Quisiera explicarte lo que sentí hace exactamente 134 días, cuando tu dedo índice acarició el dorso de mi mano. ¿Qué pretendías decirme? No fui capaz de preguntarte, no me atreví. Pero, honestamente, no soy tan ingenua como para pensar que los gestos no esconden intenciones.
Bajé la vista y nos miré. Todas las respuestas reducidas a un roce. Ojalá saber descifrarte, leer tu piel, pensé. Y aun así, con eso no sería suficiente. Ojalá ser tu piel. Traspasarla. Ojalá ser tus huesos carpianos; su color, su calcio y su atrofia. Sí. Ser tu alma. Engullirla como una pitón reticulada. Adoptar la forma de tu cuerpo. Pellizcarme en tu carne. Reír con tus cosquillas. Retorcerme en la contractura de tu hombro derecho y en el placer de tus orgasmos.
Entonces lo conseguí, ver a través de ti. Ahora tus manos son mapas de mi mundo.
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Una noche cualquiera empujas la puerta de un horno encendido. A metros de tus hermanos tus palmitas son volcanes. El doctor dice la niña se pondrá bien, no se preocupen, las quemaduras no llegan a las capas más profundas; conservará sus huellas dactilares. Tú no lo recuerdas, pero este relato te pertenece. Te lo cuenta Mamá. En el álbum de fotos de 1994, eres la bebé de los brazos vendados que sonríe junto a vuestra antigua mesa camilla.
Ahora tus manos son mapas de mi mundo
Aferrada al historial de tu tacto es mío lo que un día proyectaste en tus dedos. Soy tu hipocampo, un código numérico. Soy el pelaje de tu peluche Elmo, el barro en los neumáticos del recreo, los aspavientos de tu vecina al hablar de Bisbal-el-guapo-de-Operación-Triunfo. Crac. Tu muñeca rota contra el suelo del parque. Harry Potter herido por una bludger rebelde. Una bolsa del Consum cubre tu escayola en el Aquarama. Puedes aguantarlo sin usar tus manos o tus brazos ¿qué es? El aliento. La hierba húmeda del camping en la expo de Zaragoza 2008. Has heredado las manos de la abuela ¡delgadas, suaves, de pianista! Observas su meñique, y el tuyo, y juntas abrís una puerta al futuro. «Querido diario, ya no quiero ser cantante, ahora quiero ser artista». Carboncillo en tu cuaderno Canson. Aplastas la cara de Hay Lin. Eliges ser Hay Lin. La dibujas. Y eso es lo único que te queda.
Pipí y sangre en las yemas. Tu prima dice ¡aaaAAh, qué bien, ya eres una mujercita! Tu mejor amiga dice qué pena, ya no te van a crecer más las tetas. Pues vaya mierda. Y así es como el león se enamoró de la oveja.
El chico que te gusta besa tu mano. Dice gorda, eres perfecta. El chico que te gusta besa tus dedos. Dice bebé, hasta el infinito contigo. El chico que te gusta te pone un anillo. Dice mi niña, pa que lo presumas. El chico que te gusta te llama al fin (¡al fin!) por tu nombre. Dice te comes mucho las uñas ¿no? El chico que te gusta te sonríe. Dice wohh te crecen pelos negros en los dedos. El chico que te gusta te descubre América. Te dice y te dice y mientras tanto, tú, superdesquiciada: ¿dónde están las pinzas, mamá?, ¿me regalas este pintauñas, mamá? El chico que te gusta observa tus manos. Son de princesa, pero no dice nada. El chico que te gusta te deja por Sara Costa, la de 4ºC. La observas en el cambio de clase. Tiene las uñas mordidas.
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«El primer aspecto que se debe considerar al leer una mano es elegir la que se debe leer. La escuela más numerosa entre los quirománticos prefiere la mano dominante. La izquierda es para las mujeres y la derecha, para los hombres. (…) Cada dedo nos da una información. Véase un ejemplo: si el pulgar es grueso, hablamos de una personalidad práctica con el dinero. Si es plano, nos pone ante una personalidad inquieta e impulsiva. Los pulgares cortos están asociados a personas tempranamente autosuficientes, y los largos a quienes desprenden serenidad»
Bueno y qué pasa con mi pulgar hiperlaxo.
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Hoy tus dedos son purpurina
Mañana, polvo
restos de ácido en los cristales
de tus espejos deformados
Te acaricio con el índice para comprobar que las dos estamos aquí. Me gusta eso, te quiero cuidar. Y mientras lo pienso, tú bajas la vista. Nos estás mirando.