sin los finales, no
Un paseo por 2024: mi obsesión con Camila Cañeque y otros favoritos de este año
Pregúntame por algo que me dé miedo y sabré qué responderte: el universo. Uf. Me cago encima. Te lo juro. ¿Por qué? Pues mira, porque no lo entiendo. Mi cabeza es incapaz de visualizar una imagen sin sus vértices. Me angustia la inmensidad, no poder encerrarla. No sé, piénsalo. Existes dentro de algo que se expande y se expande y que seguirá haciéndolo eternamente hacia un espacio ilimitado. Eso me asusta. Me parece una mentira. Y, sin embargo, es real. El otro día escuché una de esas frases inocentes que viven en la memoria colectiva. «Hasta el infinito y más allá». Jaja, joder. Comprendo la ternura que os despierta, claro (gracias, Buzz). A mí me aterroriza (lo siento, Buzz).
Hace poco terminé La última frase, de Camila Cañeque1. Es un libro que reservé para los últimos días del año y que he acabado releyendo, porque es sencillamente brillante. En él, la autora sostiene que armonizar «lo humano con lo eterno es inútil», y que «el enemigo es siempre el infinito». Leo: «Es fácil manejar lo acabado, incluso está todo bien con lo inacabado, pero lo inacabable nos sobrepasa, literalmente». Me revuelvo. Es totalmente cierto. La existencia de un final nos estremece, pero también es tranquilizadora, porque genera una sensación de control. Creemos que «porque terminamos, todo debe terminar». Sabemos que el tiempo no tiene límites, así que los fabricamos. Nos adueñamos de su continuidad. Acabamos con todo, aunque solo sea narrativamente. Escribimos para terminar el texto.
Encasillar La última frase en un género es imposible, pero tampoco hace falta (mejor). Se trata, digamos, de un ensayo, pero también de un relato de relatos. Así, todo junto. Cañeque comparte sus investigaciones personales sobre los finales y las combina con una ficción que ella misma crea entretejiendo las últimas frases de 452 obras —hay desde novelas hasta poemas, colofones de epílogos y acotaciones teatrales—2. Paradójicamente, nos regala una prolongación de todas ellas. Y también una carta de amor al texto, que, afirma, no se escribe. Más bien «se compone, se articula, se ajusta»3.
De hecho, he de decir que lo que más he disfrutado de la lectura ha sido pensar en Cañeque subiendo y bajando y borrando y reescribiendo frases, diseñando un lienzo de párrafos, su estructura, y renunciando a ella, una y otra vez, en busca de algo siempre mejorable. La he imaginado divirtiéndose y rumiando al mismo tiempo pensamientos, elegante y desesperada, frente a un catering de opciones deliciosas. Pero ese es el precio a pagar. A veces no sabes crear sin hacerte el cuerpo pedazos ¿verdad? No sé si Camila rechinó mucho los dientes. Quizás no. Quizás sí. Quizás lo hizo unas 22.000 veces, el mismo número de palabras del soliloquio de Molly Bloom en el Ulises. El mismo que contiene este libro. Y supongo que eso es lo que le pasa a una por ser tan lista.
En fin. Qué extenuante, este viaje. Especialmente si se empatiza con el carácter acumulativo, perfeccionista y salvaje de Cañeque. Alcanzar el final de este libro no es un reto, sino una necesidad. Unos días después de leerlo, guardo la obsesión en el cuerpo. Se ha quedado a vivir en mí, y, la verdad, creo que ya nunca se irá. Al menos, no del todo. No recordaba sentir algo así desde que leí Nuestra parte de noche4, así que imagino que La última frase se ha convertido ahora en uno de mis libros favoritos. Aproximarse a su cierre es una experiencia que se intensifica a medida que se essssssstiiiiiiiraaaaaaa. Y cuando llegas te deja triste, desinflada, y te da hasta un poco de miedo. Es como perseguir a un monstruo y luego quedarte quieta, frente a él, mirándolo a los ojos.
Camila Cañeque se entregó al texto hasta deshacerse en él, como el agua y la tierra cuando se convierten en barro. Falleció de muerte súbita mientras dormía, muy poco antes de publicarse este libro.
Ahora sí, mis (otros) favoritos de 2024
«La obra muere, queda terminada, determinada, y es entonces cuando nace». Camila Cañeque escribió esto y esto es, precisamente, lo que da sentido a tantas cosas, como, por ejemplo ¡los finales de año! Ahora que el 2024 acaba, florece como concepto. Tiene bordes (!!!) Es un cuerpo con sus entusiasmos. No sé si he escrito sobre La última frase porque no asimilo despedirme de él o si ha sido para obligarme a pasar a otras cosas. Creo que ambas opciones van de la mano. Igualmente, dejo por aquí una lista de cosas que este año me han gustado.
🧚🏻 CINE:
-La obra de Aki Kaurismäki. Sofía me lo puso en el mapa en 2023. Sin embargo, accedí a este director un año después, con Fallen Leaves. «Es el tercer par de zapatos que uso para buscarte»… ¡ay! Y ese abrigo azul. Y el karaoke. Y las Maustetytöt. Después vi Drifting Clouds y Shadows in Paradise. Más historias de amor y lamentos contenidos entre la clase obrera.
-El rescate de Nancy Savoca. Las chicas de Roedor y Filmoteca Española nos abrieron este año las puertas al cine de Nancy Savoca. David y yo vimos la restauración de Household Saints (quién sabe, quizás algún día se te aparezca Jesucristo mientras le das a la plancha) y, unos meses después, True Love. No os caséis tan pronto, por fa.
-Gala Hernández y su trilogía de documentales. La mecánica de los fluidos (premio César, ojo) me flipó. Sin embargo, me hubiera gustado llegar a este vídeo-ensayo sin tener un conocimiento previo de los íncels. Creo que me habría sorprendido muchísimo más, algo que sí me sucedió con la figura de los extropianos en for here am i sitting in a tin can far above the world. Más allá de explorar de una forma tan propia la angustia existencial en la era del capitalismo, me encanta de Gala que observa y habla a determinadas comunidades masculinas sin caer en el enjuiciamiento moral.
🧚🏻 MÚSICA:
-Toda La Verdad Sobre Dame Area. Acabó el verano y el último disco de Silvia Konstance y Viktor Lux Crux despertó en mí un entusiasmo que hacía tiempo que no encontraba. Lo escucho me hace sentir un desbordamiento. De repente deseo chillarlo todo (¡¡¡este es nuestro templo, este es nuestro ruido!!!). En la producción está Guillermo Rojo, de Somos la Herencia, otro grupo que ha sacado, a mi parecer, otro de los discos del año, Joven Predicador.
-Romance, de Fontaines D.C. Ya sé qué a algunos no os ha convencido este álbum tanto como os esperabais, pero yo qué sé, a mí sí. Al principio los ahogos del estribillo de Starburster me daban algo de yuyu. Bueno, me sobraban, para qué mentir. Pero luego me acostumbré. Mis favoritas, In The Modern World, Motorcycle Boy y Subdowner. Sí, las lentas, las que no os gustan tanto.
-Algunas canciones de mi playlist de 2024: Ruined, de Adrianne Lenker; Slow Dance, de Clairo; A Gospel, de IDLES; Beautiful Boy, de The Last Dinner Party; I Destroyed Disco, de The Dare; Let go, de New Dad; Chama, de Arca; The Bed, The Room, The Rain and You, de las Hinds; Eusexua, de FKA Twigs; WORK, de Mainline Magic Orchestra; Ence, de Viuda; Tempo 2, de Carolina Durante, Tráfico, de Diego 900, etc, etc, etc.
🧚🏻 LIBROS:
-Love Me Tender, de Constance Debré. Traducción de Palmira Feixas. Alpha Decay. Sobre contarle a tu ex que ahora sales con mujeres y que este haga todo lo posible por quitarte a tu hijo. Sobre un doloroso proceso judicial. Y sobre sentirte una espectadora de tu propia vida mientras buscas recuperar, como un animal despojado de todo, tu libertad.
-Nada más, de Marguerite Duras. Traducción de Vanesa García Cazorla. Periférica. Cartas de amor y muerte. El libro que llevaba en mi bolso el día que una conductora poseída me atropelló.
-Mascotas: un paseo en compañía, de Jiro Taniguchi. Traducción de Víctor Illera Kanaya. Ponent Mon. Fue un regalo muy especial que llegó en el momento adecuado. Si tienes una mascota, si la quieres, si por ella han pasado los años… este es el cómic que necesitas.
-Frágil, de Belinda McKeon. Malas Tierras. Llegué a él por Ana Flecha, su traductora. Me gustó especialmente la segunda mitad. Creo que voy a evitar por un tiempo leer novelas de jóvenes intelectuales irlandeses que se lían y sufren y sufren y se lían, y así hasta el final de los tiempos. En su cubierta, una mano reptiliana.
-La ternura, de Paula Ducay. Altamarea. Se me pasó volando la lectura. Verano en Italia, verbenas, besitos, algunos vínculos extraños… Guay para leer cerca de un río.
-Ropa tendida, de Óscar García Sierra. Anagrama. Me gustó más Facendera, pero la verdad es que esta segunda novela la de-vo-ré y luego me pasé un tiempo largo hablando de ella. Muy neurótica. Qué agobio. Qué manejo urbanístico de León.
-La Conejera, de Tess Gunty. Traducción de Ce Santiago. Sexto Piso. Bueno…… BUENO. Mi lectura del verano, sin duda. Es absolutamente inquietante e impredecible, un paseo superextravagante que me acompañó de verdad y bastante bien en un momento regular.
-Estupor y temblores, de Amélie Nothomb. Traducción de Sergi Pàmies. Anagrama. Viajé a Madrid descojonada de risa. Estaba agotada y se me olvidó.
Lo cierto es que este ha sido un año algo caótico, pero Substack siempre me ha asegurado una paz tremenda. Me hace muy feliz leeros y, por supuesto, también escribir, así que gracias a quienes de vez en cuando os pasáis por este lugar. Gracias, Javi, por convencerme. Gracias a ti, seas quien seas, por llegar hasta aquí. :)
Feliz año,
Ana
Ediciones La uña Rota. Colección Libros Robados. La primera edición se publicó en marzo de 2024.
Desvela todos sus títulos en las últimas páginas e incluye un código QR que nos lleva hasta ¡¡¡¡¡¡ aquí !!!!!!
La obra de Camila Cañeque no solo pasa por la escritura. Abarca proyectos de performance, instalaciones y objetos.
Un spoiler sin importancia: la novela de Mariana Enríquez está incluida en la bibliografía de La última frase.